Se necesita un martillo para romper los corazones, porque la dureza que en muchos de ellos hay, se han convertido en fortalezas. El dolor, el abandono, el rechazo, la desilusión y tantas cosas que suceden en la vida, son piedras que se acumulan en el alma y la endurece. El alma enferma habla amargura, despide mal olor y es ciega. No ve la bondad, no le interesa el perdón, no le llama la atención la sonrisa de un niño y vive tocándose las heridas, haciéndose más daño. Le cuesta amar. Cuando el corazón reconoce su pobreza y acepta que está enfermo, pide ayuda. Viene el martillo, lo rompe en mil pedazos y comienza la transformación con cada golpe. Se deja moldear como el barro y se va modelando de acuerdo a la necesidad que tiene. Hay un martillo, hay una ayuda y si, hay solución para tu alma seca y hay agua para tu sed interna.