La conocí una tarde, y en mí llegó
La florida primavera, un dulce despertar.
Cuando llega la noche, y la luna alumbra,
Solo ella, mi sueño, mi anhelo más profundo.
Ella es la mujer de mis pensamientos,
Mi estrella guía en este mar de amor.
Es como una margarita blanca y amarilla,
Única entre un pasto verde, pura y radiante.
Sus pétalos son suaves como la seda,
Y su aroma, una brisa de primavera.
Bajo su sombra, encuentro la calma,
Y mi corazón deja de latir con afán.
Sin ella, mi vida es un invierno crudo,
Un desierto árido sin una gota de rocío.
Por ella daría mi vida entera,
Mi amor por ella es eterno, infinito.
¿Cómo decirle que solo vivo para sus ojos,
¿Que soy su esclavo, su fiel servidor?
Mi sueño de tenerla, se hizo realidad,
Pero ahora temo perderla, como un náufrago.
Su amor es un océano tan profundo,
Que me aterra perderme en su inmensidad.
¿Soy capaz de amar como ella merece?
¿Podré darle la felicidad que anhela?
Temo que nuestro amor sea un castillo de naipes,
Y que un soplo lo derrumbe, dejando solo ruinas.
Pero mientras esté a su lado,
Lucharé por ella, con todas mis fuerzas.
En cada amanecer, en cada atardecer,
La buscaré con la mirada anhelante.
Y si la pierdo, mi alma quedará vacía,
Como un barco a la deriva en un mar embravecido.
Gonci