Le he soltado las amarras a mi vida.
Ya me alejo lentamente de este puerto,
y por la tenue humedad de mis pupilas,
no distingo ni siluetas ni recuerdos.
Como Caronte me aguarda en la otra orilla
y el bagaje de mis años lo he dejado,
no encontraré inesperadas cortapisas,
para alcanzar el gran valle del descanso.
No será triste el tránsito. Será solo
como un crucero sin vuelta, al otro reino.
Tendré flores de una eterna primavera.
Y en el ayer, morirán las del invierno.
En mi reposo, yo evocaré los versos
escondidos en mis íntimos rincones,
y los cantaré al compás del arroyuelo
donde se bañan los tímidos amores.