Luis Renedo

Fragmentos de un alma II

A la izquierda, él, olvidado.

En su corazón una noche dorada,

que no deja de ser oscura;

oscuro tu mundo muerto.

 

Yo estaba a su lado,

sentía su alma fría pero reconfortante .

Sus ojos son árboles marchitos

un buen amigo, un gran amante 

 

Tú también estás.

Él te acariciaba las cicatrices 

y susurraba a tu oído sensible.

Es el inevitable y tranquilo final.