Una tarde quería pasar unos momentos
alegres.
Me fuí a un bar, tomé asiento;
de pronto llegó una dama con poca
ropa en su cuerpo; me dijo buenas tardes,
en que te puedo ayudar ; una cervecita
bien heladita, que manera de pasar la
tarde.
Ella felíz porque yo jamás le dije
algo que pensará mal de mí y, de ella
también.
Solo sé que hasta el día de hoy, no
hay enojo porque, de vez en cuando mi
alcoba es testigo de un romance de amor.