Me remito a vos,
concluyo en vos.
Y en vos me quedo.
En esa carne magra que me ampara
de alguna soledad que se avecina
de cierta mezquindad que da la cara.
Me arrodillo porque me he partido
de aquella vanidad que me perdía
de tanta suficiencia que cantaba,
baladas de egoísmo. Y cobardía.
¡Ay Dios!
¿por qué tardar en entender la vida?
efímero su cirio se consume
Si al menos me escucharas todavía
supieras entender lo que me ocurre.
Quizá no amé lo suficiente
y a pérdidas de hoy,
bajo la vista.
Si tengo en tu piedad
que vos me asistas
prometo devolverlo en lo pendiente.