En la llanura vasta, el viento aullar,
un gaucho solitario comienza a andar.
Con su caballo fiel, va a tropear,
por tierras de sombra, donde el lobizón va a llegar.
Bajo el cielo estrellado, la noche es oscura,
un silencio profundo, la vida es dura.
El rocío frío besa su piel,
mientras su lanza brilla, un destello de miel.
Los perros aúllan, presienten el mal,
un bicho en la bruma, un ser sobrenatural.
Con el pecho apretado, siente el temor,
en cada susurro, resuena el dolor.
Historias susurradas entre llamas y viento,
del lobizón que acecha, su gélido aliento.
Un hombre que fue, ahora un espectro errante,
buscando venganza en la noche distante.
A la luz de la luna, se asoma el destino,
entre sombras y mitos, un paso divino.
Un grito desgarrado, un eco en el viento,
la vida y la muerte, en feroz enfrentamiento.
El gaucho avanza, con lanza en mano,
el aire se tensa, su pulso es temprano.
El lobizón ruge, su furia despierta,
en un choque de fuerzas, la noche se tuerta.
Bajo el cielo estrellado, la batalla estalla,
la leyenda cobra vida, la oscuridad estalla.
Con el corazón fuerte, desafía la muerte,
enfrentándose al horror, la vida es su suerte.
Así va el gaucho, en lucha sin tregua,
entre sombras y miedos, su alma se niega.
El lobizón acecha, sus ojos son llamas,
en la noche eterna, el destino reclama.
En la danza de sombras, el combate es real,
la vida y la muerte, un juego brutal.
Con cada susurro, su espíritu volar,
enfrentando al lobizón, jamás va a olvidar.