Juan Sebastian Mena

A una mujer que quise

 

 

Yo besé sus pies, tan suavemente, sus pies plateados y finos que se perdían en el follaje de la alfombra.

Recorrí cada vía que volví poesía con tan solo un suave y sutil beso, quiso decirme algo pero la ahogue en un enorme beso profundo, de esos que penetran el corazón más basto y puro que existe.

Casi desnuda ante mi, pude presenciar que me amaba, sus labios marchitados daban el éxtasis perfecto, cayendo como un relámpago entre la cortina de sus pestañas fugaces.

Entre cerrando sus ojos, los bese tan duramente y apaciguado que me compartió sus sueños mediante el beso más profundo que he dado nunca, ahí quedaron como intrusos mis labios, impregnados como un aroma fuerte en su cuerpo semidesnudo.

Una invasión de besos le recorren los pies, la finura de sus uñas curvas como su cintura delgada y gruesa, ¡Ay! que de mi nunca se vayan mis dedos largos que recorren como un tren a paso violento lo prohibido de su cuerpo.

Soy eva, mordí la manzana que emergia de su cuerpo prohibido.