Miro atrás,
las huellas se asoman,
como estrellas de mar,
petrificadas en la arena del tiempo.
Han pasado tantas lunas llenas
que deseo romper el hilo de los días
con los dientes,
sumergirme en la noche eterna
donde el presente sea un susurro,
sin condenas, sin relojes que muerden.
Mas el camino arde,
caminos sin retorno,
donde perderse es el precio
de la vida misma.
Un jarro de agua fría
cae en mi corazón sediento,
y en el altar de la herida
enciende un suspiro,
dibujando un beso en la frente
con el alma encogida.
En mis ojos habita
un pasado presente;
para mí,
la despedida no ha concluido.
Vestida de paciencia,
sólo anhelo el eco
de un beso en el aire;
pido a la poesía
que reparta paz a los ausentes,
como el rocío en la mañana
que abraza lo perdido.