Y es que mis labios conocían su sed
Y en mis deseos se reconocía él. Yo conocía su gusto a frambuesa y miel.
y desde hace siglo sabía que era él.
En la risa del viento su voz de pájaro perdido, en colores volvía el girar de un carrusel.
Yo era su tierra, su territorio, el océano y todos los ríos.
Él conocía el dulce silencio del día cuando se ahoga en el rojo atardecer,
él era mi noche y mi día, mi palabra, mi verso y mi ser.
Yo caminaba en senderos dorados cultivados en sueños tejidos solo para él.
Él era el cielo, el vuelo de un cóndor y en su melodía se confundía henchida mi piel.
A veces le pienso y vuelve el silbido de aquel poema escondido entre la tinta negra y el margen del papel.
P sabag, palabras escapándose