Con el vuelo azul de la brisa
se mece el ruego de un querer;
la mañana surge remisa
con el perdón de un malquerer.
Las promesas se desvanecen,
como lloros en el ocaso;
las luminarias se estremecen
de soledad en triste raso.
Los besos flotan en el aire,
cuales hojas que el viento lleva;
el amor que sufrió un desaire,
ahora es una herida nueva.
Mas al final de este relato,
queda un lazo de compasión,
pues lo eterno pervive innato,
pero siempre en el corazón.