Milber Fuentes

Desde el oceano de combates perdidos, ganas el encuentro con tu propio ser.

Revisando viejas batallas, algunas aún rezuman

sangre, sudor y lágrimas.

En términos de bajas, aquello fue un desastre,

una derrota inscrita en el cuerpo.

Pero veo el camino recorrido en mis adentros,

un sendero que se aproxima, lentamente,

a lo que soy realmente.

No salí indemne de ninguna de ellas;

las pérdidas, enormemente vastas,

dejaron cicatrices donde una vez hubo certezas.

A decir verdad, la cabeza baja,

pero el hombre se alza, más fuerte,

un poco más cercano a sí mismo.

No repetí los mismos errores, salvo uno:

amar a la misma sombra, al mismo rostro,

pero incluso ayer, ya conocía el perdón

que me ofrecí en silencio,

el amor propio que invade mi firme decisión

de seguir amando a esa imagen en el espejo.

Cada batalla me enseñó que el verdadero yo

reside en lo que entrego, en lo que ofrezco.

Y quien no lo ve, pues...

es un espectador ciego

de un combate que nunca entendió.