Hernán Mejía Silva

EL JUEGO DE LA TORMENTA

Se despertó cual nube errante,

sin importarle su entorno,

debía sentir la caricia del viento,

era una tormenta entrante.

 

Los ojos azules pertenecían a su ternura,

cicatriz de otro momento,

tan distal al infierno,

 itinerante.

 

Flotó hasta el final de su horizonte,

disfrutó de la brisa,

pasó por el abismo,

cual canto de cenzontle...

 

Volando por el viento,

volando a través de él,

que sin la tempestad nada sería lo mismo,

en especial cuando la vida pasa tan aprisa.

 

Vio el sol entrante,

una mañana radiante,

deseando jugar,

esperando a devastar…