Rompió la madrugada en un gemido,
me despertó la luna con su llanto
y la noche posó su negro manto
sobre mi corazón escarnecido.
Una cruz se clavó como un bramido
en los confines de mi desencanto
rugió la mar y el cielo con espanto
y morí en vida sin haber vivido.
Voló camino al infinito helado
y allí sigue sin nombre todavía
para el mortal que no la conoció.
Para mí, que jamás la he olvidado
para siempre en mi seno se grabó
el dulce nombre de… hija, y, sangre mía.