Francesco Alaniz

equidistante

Horas clandestinas gobiernan mi calendario,

inusuales instantes donde brota 

la fuerza suprema, canalizada a través de 

lo carnal, lo intelectual o lo espiritual,

y entre esa irrisoria equidistancia

se me va la vida viviendo vivencias.

 

Incomparable y semejante es el ser,

ese que divaga entre las líneas de un tiempo idealizado,

programado para ser el ente que mide

desde la edad, cuanto debe tenerse según el numero.

 

 Escribo sentado en una mecedora nicaraguense,

cuya musedad aumenta la belleza de la misma 

con el pasar de los años,

me balanceo al compás de mis pensamientos,

pues se que esto al igual que una canción de cuna,

es una oda al sentimiento.

 

Cuando todo pasa, queda todo o nada,

pero cuanto queda es lo que se espera,

abrir los ojos, para ver más allá

de lo que con ellos no se puede ver,

suavidad en medio de la dureza,

fe por encima de la tibieza,

eso es la riqueza,

 una alma que contempla con sabiduría

que de la tristeza viene la alegría.

 

Agradecer  lo que se puede ser

en medio del desnivel

que funge entre el discernimiento y el hacer,

una incógnita eterna que yo no se como resolver.

 

Se contiene mi sistema,

se abstrae y retrae,

solo saber deseo

si tengo ligero mi equipaje.