Alberto Escobar

Por escribir algo...

 

La perfección está justo antes de la perfección.
Igual que el placer y la dicha brotan, maravillosos,
la víspera del festivo.
Pues nunca vemos, amigo, lo que no está profundamente oculto.


—Luis Antonio Villena. Los monasterios más ocultos. 

 

 

Como le oí decir una vez a Eduard Punset:
La felicidad está en la antesala de la felicidad. 

 

 

 

Un cielo nublado es
lo que veo fuera,
en este momento, 
gris ceniciento y algo malva,
a través de algún destello
a destiempo, el día no arranca,
la lluvia parece mandar 
en el pelotón de fusilamiento, 
las gotas, preparadas y listas,
están en la pose para disparar
muerte sobre el reo ofrecido,
abierto en canal delante
de un fotocol verde, con algo gris,
ceniciento, y la fiesta al fondo
parece esperar, se oyen canciones
al través de los flashes y el cielo,
que quieto, obediente, aguarda, 
sigue insistiendo en los tonos grises,
pasteles y cenicientos, y el día, la noche,
no acaba de arrancar, y yo, gozando
de un momento como este de recogerme
en mí mismo y poner sandez tras sandez...
El mismo cielo de antes 
sigue tan nublado como cuando
empecé a escribir, hoy no es día
 de salir pero el trabajo obliga, 
está cerca y la caminata hasta donde
me siento a que me paguen es corta, 
estoy como en casa, como en una casa
segunda —no he puesto segunda casa, 
que es lo que quería, para que no se me 
fuera mucho de renglón el versículo—, 
y bien —os contaba esto para aclarar
que el trabajo es una bendición para mí,
porque el tono de la oración desprende
lo contrario—, y esto que escribo no tiene
mérito alguno aunque a algunos le parezca
lo contrario, y lo digo porque me sale todo
esto de los dedos como el que ve, sin un ápice
de esfuerzo extra, y el mérito está en lo que
cuesta trabajo —Messi no tiene mérito...—
Pues nada, eso quise decir hoy, nada a tener
en cuenta. 
P.D. No lo voy ni a repasar. Lo lanzo así,
en bruto. No tengo ganas de manchar
esta espontaneidad barata...