No precisan de amantes, las flores,
para nacer de la tierra desnuda.
No pretenden libertad no alcanzada,
con la brisa de todos sus perfumes.
Dime madre,
¿por qué me confunde la belleza?,
¿por qué no necesito del amor,
para enamorarme?.
Dime madre, si yo viviese,
sobre una cárcel de primaveras…
¿por qué no querría, tener alas azules?,
y beber de las luces
como así hacen, los labios del beso.
Me confunden, madre, las bellezas …
que en los campos se me reflejan,
me confunde el corazón y la caricia,
las caderas de espinas,
que sobre las rosas se tallan perfectas.
Cuando se sequen mis ojos, madre,
lléname la boca de flores,
y véndeme el corazón al silencio,
lass manos …. ¡si!, mis manos,
regálaselas al último invierno.
!Que nadie sepa nunca!,
que la belleza, me confundía.