¡Oh¡, Luna, vestal de secretos callados,
vela por nuestros muchos sueños sembrados.
Que el amor crezca, como flores en mayo,
bajo tu fulgor eterno y sin desmayo.
Mi corazón rasgado al cielo se entrega,
allá al cenit, do un ojo irisado amaga.
Cerca surge un gemido, un tenue suspiro,
que en lo hondo del éter se vuelve respiro.
Cual mensajero de océano distante,
el Bóreas confiesa un eco vibrante
de los mares que fueron testigos mudos
de la promesa de mis cumplidos laudos.
El lucífero que en el azul fue amigo,
aún navega en los confines del piélago,
por donde lloran los quereres hundidos,
que en el fondo marino siguen unidos.
Luna floral, un lazo de seda eterno,
que cada noche reúne el fuego interno
de amantes que fueron en realidad
una sola voz de fiel complicidad.