Salvador Galindo

Metal sonoro

La iracundia salía proyectada de tu lengua de fuego

cuando te convencías de un dolor disonante,

penetrante hasta la médula

Pero eran tus ojos los que avivaban un infierno encantador

El averno encantador de una noche de polvo, metal y estrellas agonizantes.

Sonaba en nuestra cabeza un ritmo pesado, virtuoso, al momento del acto

Te veía escuchar a tu banda favorita, en el video bajo un escenario post atómico

Con la promesa de una energía sin cuartel ni concesiones

Tan necesaria, tan determinante ahora

Para tus días, ocasos y pasos aguerridos,

Siempre al filo de la ternura y la indignación.

Cada partícula estupefaciente

Cada decibel disparado contra el muro de nuestra distancia

Hacía toda la diferencia entre el lazo más convencional y la pasión más desatada.

Todo cobraba carne y hueso en esas horas locas que otros podrían llamar tóxicas

La noche y su vorágine arrasadora, su exilio más tenebroso, aparecía invocada una y otra vez

Cual ídolo maldito, en el límite de esos parlantes saturados,

en la materia de esos besos confundidos

entre cuerdas y bajos eléctricos,

golpeando el tejido de lo real

Y era todo ruido y era todo magia y toxicidad,

Porque la vida misma empezaba, en esos frenéticos instantes,

a abrir su velo, su cuero cósmico,

dentro del cual se escondía la palpitación más íntima de nuestras vacilaciones

Y coronaba el nervio con el cual abrazábamos sin compromiso

la polución sonora de un mundo

componiendo la sinfonía de su desintegración,

E iba desplegando secretamente la posibilidad fantasmática de nuestra reconciliación.

Pero sabemos que la verdadera energía se condensa toda en un solo punto

hasta estallar en múltiples sonidos y humores,

Y que el mejor estribillo, el más brutal,

pulula para conspirar en el tímpano y el corazón

de los amantes que se aman con potencia y vehemencia,

como el metal más pesado, de una sola vez y para siempre,

y a toda incandescencia, como el fuego de Satanás,

como la muerte y su desvelo sin fin.