Si yo lucho hombre desconocido por dinero,
¿Cómo podría decir de tu existencia?
¡Perdería una fortuna!
¡Iría a cárcel!
¡Malversaría la fama que me daría
tu desnudez y tu desprendimiento!
¡Me chamuscaría en la hoguera!
¿Cómo podría reconocer que otros también
disfrutaron de tu gentileza?
De tu buen corazón.
Sería un blasfemo si
reconociera tu bondad.
¿Acaso mi destino
no es descubrir cosas nuevas?
¿Y qué tienes tú, de nuevo, para yo ofrecer
a mis amos, que les atraiga,
que les sorprenda, que les agrade,
que les emociones y llene sus arcas
con curiosidades que otros jamás imaginarían?
¿Cuánto valdría un
espejismo para un Reino?
¿Qué me importan las glorias de otros,
si no es la mía, la más importante de todas?
Más arriba del mar, hacia el norte,
los pasajeros pasaron cerca,
con sus barbas, hachas y cuernos.
¡Vaya pueblo satánico el que deambula
estos derroteros sin fin!
Cuando te encontré, te vi normal,
Pero no sabías hablar, la lengua universal,
La de España.
La desvergüenza de tu desnudez asombra,
tu mancitud, enloquecían de alegría a mis hombres.
¿Cuándo la risa era un poder de la divinidad del hombre
para su felicidad?
He allí la prueba, de que eras obra del demonio.
Hacías perder la razón de mis hombres,
hacerlos pensar diferente de cuanto era su naturaleza.
¿Cómo un ser irracional puede hacer eso
con su condición inhumana de animal salvaje?
Solo Dios, puede darle una explicación a tan absurda condición.
Así lo sabrán los Reyes, el cura confirmará mi opinión,
y aquellos valoraran mis esfuerzos e intuición.
En estas embarcaciones yo soy Rey, y se cumplen mis mandatos.
Todo lo que dicte, dada mi razón, hecho es.
He dictado lo que mi razón da.
Primero, “Sirenas con cara de hombre y plumas de gallo”,
Hombres y mujeres, o parecidos a estos con rabo.
Se volvió a ver por nuestra parte, seres como estos, “con ojos en los hombres y boca en el pecho”.
Todo es escalofriante e insólito,
solo la fuerza de Dios nos hacía mantener en pie,
anta tanta endemoniada gente.
Sus orejas eran tan grades,
que a tanta distancia escuchaban nuestras conversaciones,
y nos miraban levantando sus lanzas puntiagudas
amenazadoramente.
Suscribí un decálogo de cómo educar estas gentes
para nuestro servicio,
jamás serian para que se igualaran a nosotros,
pues Dios no le dio, lo que al blanco bendijo.
En España que se cumpla lo incumplible,
En estas tierras, picota y horca,
Obedecéis o moriréis para que no hagáis
tanto daño a los inocentes.
Te hacéis el inocente demonio con patas,
ni siguiera eres una raza,
si desaparecéis mejor
porque no queda ni una traza.
¿Encuentro?
¿Si no sabéis ni hablar?
Algún dia estos monstruos pudieran levantarse,
si les enseñáis a leer y hablar como gente.
Vengarían por instinto, lo que por derechos nos pertenecía, su vida.
Nuevos monstruos nacerán,
si no dejáis de violar a sus mujeres.
No te dais cuenta que estas engendrando
las futuras generaciones
que lucharan por volver a renacer?
Y así fue, cuando terminé de escribir, ya estaba empalizado,
Atravesado mi estómago por una lanza caliente,
mientras de mi boca la sangre emanaba,
escribiendo sobre todo mi cuerpo esta carta,
que no la escribí para nadie,
solo relataba lo que yo había sufrido y no quería olvidar.