Mi vida se diluye entre caídos silencios
sin presagios que muevan mi esperanza,
transitando mi destino un camino de miedos
mientras el dolor se apodera de mi alma.
Mi melancolía aferrada a lo que ya no tengo
un viento invisible sepultando a las palabras,
deprimida mi mente entre recuerdos
y esta realidad que penosamente pasa.
He llorado mis lágrimas llenas de veneno
dejando detrás de mí a mi felicidad sepultada,
deshojando los pétalos de mis sentimientos
incrédulo del Dios que aún hoy me acompaña.
Encarcelado en las agujas del tiempo
alrededor de mí solo puertas ya cerradas,
en un laberinto donde pierdo los pensamientos
mientras la culpa es un coloso que me abraza.
Voy consumiéndome por fuera y por dentro
con mi espíritu muriendo en lenta calma,
abatida la musa inspiradora de mis versos
¡Sabiendo que vivo, pero que ya no tengo nada!