Hay días en que apenas soy figura
del hombre que me ocupa, que se viste
con mi ropa, transita con soltura
hablando con mi boca y se resiste
a abandonar mi cuerpo y su textura,
como si por debajo del despiste
de este gesto carnal o calentura
hubiera una promesa que resiste.
Hay días en que el tiempo da descanso,
me concede una súplica y me cede
un instante de luz en la historieta,
y es en ese momento de remanso
donde comprendo así lo que sucede:
debajo de mi piel vive un poeta.