Esta mañana me despertó su voz en mi cabeza.
Vive en un lugar muy chiquito, casi aislado; hace un tiempo que lo conozco y me gusta conversar con él y que me comparta sus vivencias.
Es una persona reservada.
Impresiona como alguien que él siente que no es, o haciendo una honesta introspección, admite que quizá fue en otra época.
Esto se debe a que desde chico fue un gran observador de sus actitudes, con el propósito de ser tenido en cuenta y evitar rispideces; eso lo llevó a tratar de modificar aquello que no le gustaba, convencido de que lo demás cambiaría en torno a su persona.
Hoy es adulto y está orgulloso de su lucha que, gracias a La Constante Presencia, parece que sigue dando buenos frutos.
Según refiere, a veces se siente un niño por no darse cuenta del manejo general de la gente, y en otras ocasiones, se siente un viejo por sus aprendizajes y maneras de pensar, como si su mente y espíritu no fueran de la mano con su humanidad ni la época en que le toca vivir.
Puede parecer pretencioso o arrogante, cosas que a veces le recriminan, aunque no se correspondan con sus intenciones.
Le cuesta creer que, quienes dicen conocerlo, puedan tener ciertas interpretaciones.
Él da por sentada la buena voluntad de las personas con quienes se relaciona, al punto en que cuando algo no se siente bien lo plantea, con intención de entender al otro y poder disculparse si lo hizo sentir mal.
Dice lo que piensa y se hace cargo y le cuesta creer que no todos actúan de la misma manera.
Su intención es sumar. Brinda lo que tiene y puede, sin especulaciones y tratando de acompañar.
Aprendió que, definitivamente, todos son diferentes.
No pretende tener razón, pero sí poder expresarse y consensuar respecto a aquellas decisiones que dependen también de otros.
Está convencido de que no siempre se trata de ganar o perder, ni de buscar culpables, sino de empatizar, y ante alguna dificultad buscar un mutuo beneficio.
Cree que en la convivencia es difícil valorar a los demás y considerarlos como iguales, con los mismos derechos y obligaciones, y que la mejor manera es escuchar, ya que cada uno puede aportar algo diferente; que no por ser muy bueno en algo se es mejor o más importante y que el no saber no implica ser menos valioso.
Que está bien pedir lo que se necesita y dar lo que se solicita.
Trata de reconocer sus valores y errores; eso hace que contemple también aprender de los aciertos y equivocaciones que ve en los demás.
Que todos merecen que se los conozca y considere antes de ser juzgados, para tener la oportunidad de hacerse cargo de sus acciones e interpretaciones; aunque entiende que cuesta dejar de buscar culpables ante cada conflicto; resulta más fácil trasladar los propios enojos y obligaciones a otro, sin darse cuenta de que esto provoca desencuentros y daña relaciones.
Considera necesario estar atento a lo que nuestro accionar provoca en el sentir de los demás.
Confía y espera un mundo mejor con el aporte de todos y su compromiso es seguir creciendo e intentando poner su parte.
Me levanté y lo busqué.
Le conté, con cierta preocupación, todo lo que vino a mi mente y que era mucho en qué pensar.
Me tranquilizó diciéndome: “no es tan difícil, considerá a los demás como amigos, brindate de la misma forma y dejá que lo demás fluya”.
Miriam Venezia
02/10/2024