Miguel Ángel Miguélez

Eran tus labios

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Eran tus labios luz sobre mis ojos.

Como el ángel furtivo de los sueños,

intangible y feroz en sus empeños

de anidar en el alma que, de hinojos,

 

se encuentra ya, sumisa a los antojos

volubles de un espíritu sin dueños

ni vértices ni límites. Pequeños

somos bajo su ser y sus abrojos.

 

Por eso me dejé llevar de ti...

¿Y qué podía hacer? De lo contrario

me hubiera arrepentido eternamente.

 

Y fue ese instante mágico ante mí:

Sutil el beso, suave su calvario,

como el agua que nace de la fuente.