En el reino de la Emperatriz Nocturna,
Donde el Ades se viste de porcelana,
Y las calles son mazmorras de ensueño,
Me rindo a su encanto, a su oscuro hechizo.
En tazones de espuma morada,
Danzo con la alegría y la algarabía,
Un bohemio sin dinero ni mañanas,
Perdido en noches de exausta candela.
Afrodita, despójate de tu tristeza,
Arroja al mar tu melancolía,
Que se conviertan en joyas aperladas,
En un baile de placer y alegría.
Mi locura se consume en el brillo de tus ojos,
Cual amarre se diluye en aguas bellas,
Tu emperatriz despierta mi alma,
En un poema de versos embobados.
No sé quién soy...pienso que soy la fábula de alguien más,
O el triste poeta de Neruda...o...el fantasma encarnado de Benedetti...
Pero qué tontería, como paredes de cristal...
Van a compararse con muros de solemne tenacidad e imponencia...
Cual estrellas fulgen como leyendas en el espacio solitario,
Leyendas sin olvido e historia sin fin...
En fin...qué pasó...sí, claro...mi dulce emperatriz despierte,
Que esta loca historia trazada en poema ha terminado...
En versos embobados y rima sin belleza...
Solo palabras de encanto perenne...
Y en la penumbra, la Emperatriz sonríe,
Conocedora del secreto que me persigue,
Un susurro en la noche, un eco en el alma,
La Emperatriz Nocturna, mi eterna musa...\"