Frente a la ventana un hombre mira,
con la mente en paisajes lejanos,
su mirada, un espejo que suspira,
pintando recuerdos, ecos y planos.
Sombras del bosque, estrellas que temen,
susurros de un amor que nunca se apaga,
espera el regreso, que el tiempo detiene,
una voz que en la noche le embriaga.
\"Acá estoy, mi amor\", canta la brisa,
“no existe el olvido”, su corazón grita,
en cada campana, en cada sonrisa,
la memoria persiste, el dolor se agita.
Su cuerpo, un refugio de historias perdidas,
caminos ajenos que arrastran su pena,
melancolía que nunca olvida,
la fe en un regreso, la luz que envenena.
Delirio tremendo, secretos callados,
plegarias de un alma que lucha y no cede,
un amor que desafía los tiempos cansados,
esperando el regreso, la vida se muerde.
“¿Lo puedes creer?”, pregunta el silencio,
el eco de su voz, un faro perdido,
“no existe el olvido, mi amor es un lienzo,
donde el dolor y la esperanza han vivido.”