Y de pronto un día llegaste.
Ya no había que decir más nada, ya no había que callar más nada.
Un día llegaste.
Bastaron dos segundos de sonrisas y de miradas para que dentro de mí se liberen asientos para darte un lugar.
Ahora tenías mucho espacio para quedarte, pero estabas sujetado a otro amor, a otro espacio, a otro corazón.
Aunque intentará cambiarte de lugar, no había forma. Vos ya pertenecías a otro tacto, a otra mirada, a otro dos segundos de sonrisa, a otras noches.
Lo hubiese intentado, pero no tengo el valor para sacarle esos ojos a otro corazón, cada quien elige su dolor.