Soltaste la cometa para que flotara en lava,
Nos hizo el último regalo de su liberación:
Un incendio en el celaje que tiznó nuestros rostros de naranja.
Soñé que te miraba, y el viento, con dos caricias,
Me llevó a otra estancia,
Un viejo almacén de pupitres,
De relojes rotos, y de carpetas rancias,
Yo era el bedel y cobraba en mandolinas,
Violines y cuerdas de guitarras.
Fui músico y armador,
De papel hice canciones y fragatas.
Un día intenté quemar el almacén,
Cumplí pena penitenciaria,
Después, ya no hubo estrellas,
Solo piscuchas centroamericanas,
Y un sueño a la deriva
De algunas mañanas.