A su tiempo, dice,
pero no el tiempo de los otros—
es tu tiempo, ese que corre sin freno,
que no pide permiso,
solo pasa con la autoridad que le diste,
y él, insolente, se la apropia.
La amargura, compañera silenciosa,
teje arrugas en la piel,
las arrugas cuentan, murmuran secretos,
revelan lo que el silencio tragó,
lo que a duras penas pronunciaste.
Son líneas de batallas que nadie vio,
una cartografía de heridas
y risas ahogadas en la madrugada.