Llueve esta tarde de amores perdidos,
el crepúsculo sangra sobre el monte,
la arena, en su silencio desprendido
escribe en la montaña su horizonte.
Reír, reír, que el viento nunca duerme
en la cálida tierra donde yacen
las huellas de tu piel, tu nombre firme,
y el agua nueva que en verano nace.
La tibieza que juega con los días,
mi cuerpo como campo abandonado,
tu pelo en mi memoria, tu ausencia,
y el universo ardiente entre mis manos.
Llueve sobre la hierba, sobre el alma,
llovizna de dolor, fuego callado,
y yo, que te recuerdo en cada calma,
volando entre los restos del pasado.