- ¡No me asustes! ¡No me asustes!
- No te vengo a asustar. Solo vengo a suplicarte que me metas en la secadora. Tengo la sábana chorreando y me a agarrar una pulmonía.
- Déjame que te escurra, pero, por favor, ¡No me asustes! ¡no me asustes!
- Para dar sustos estoy hoy. Esta lluvia otoñal está fría y como no me seques pronto, me va a encoger la sábana y se me van a ver los pies.
- Si te quedas con una sábana de cuerpo y medio no es mi problema. Pero, anda, ¡ No me asustes! ¡no me asustes!
- ¿Acaso tengo pinta de asustador? Más bien asustadizo, que este chaparrón me ha enjuagado el almohadón, y si me escondo entre los pinos, voy a desteñir a verde pistacho.
- Chacho, quédate en el camino, pero, ¡no me asustes! ¡no me asustes!
- asústate tú mismo, pero, si tienes un poco de conmiseración, ayúdame a secarme, que de esta guisa soy conductor eléctrico y como me caiga un rayo, me voy a quedar chamuscado, y si me quedo como un carboncillo, ¡quién coño me va a ver en la oscuridad!