Y no decirlo
pero sí pensarlo, masticarlo
e incluso sentirlo
como si fuese cierto.
No probar la copa de vino,
pero sí discutir con uno mismo
y seleccionar de todo lo visto
lo que es perfecto.
Y no decirlo…
Porque casi nunca te escuchan,
ya que duermes en lo obvio,
un lugar deslucido
donde no llega la luz
de la condena.