Cabalgando por el campo soñiente, a lo lejos diviso un gran portal, un reino místico atrapado en un templo imponente. Sin demora ni temor, entro, un despistado que ignora la santidad del lugar. El alba apenas asoma cuando la puerta se cierra con un golpe seco, un susto que me congela la sangre. Un búho, posado en una columna tallada, me susurra que este templo albergó a una comunidad de Reyes del Alma, legendarios, cuyos recuerdos se alzan en monumentos excelsos.
El templo, un laberinto de piedra y oro, me envuelve en un silencio reverente. Las paredes, cubiertas de relieves que narran historias milenarias, parecen palpitar con vida. Un aroma a incienso y a polvo antiguo me llena los pulmones, transportándome a un tiempo remoto. La presencia de los Reyes del Alma se siente en cada rincón, en cada piedra tallada, en cada sombra proyectada por las columnas. Me siento inspirado, conmovido, como si sus versos resonaran aún en las paredes de este lugar sagrado.
\"¿Quiénes son?\", pregunto. \"Leyendas de versos inolvidables\", responde el búho. Y me cuenta sus historias:
El Rey Antonio, el intrañable, cuyos versos, sensibles y llenos de amor, estremecían a cualquiera. Su lira vibraba como cien caballos al galope de la gloria, impulsada por la espada de \"Bella Amapola\".
El Rey Carlos, el buen Armijo, feroz en versos innovadores, alma simple en mente inigualable. Siempre comentaba con justeza, un rey que supo manejar el sendero no escrito.
El Rey Lualpri, encantador y añorado. El Rey Tommy, el duque del rock soberano. El Rey Paco Pena... gran hombre palpable en versos de incienso, noble grandeza...
Oh, y claro, como olvidar al pilar fundamental al que mantuvo y unió en seguro de cofre triunfal... JULIAN Yanover... el hombre que unió a los reyes y siempre mantuvo sus papiros de versos actualizados y seguros... un hombre que supo dirigir a los sabios... uno más de la nobleza que cuida muy bien de este \"sitio\" grande Julián...
Pero no solo hubo reyes, mi joven aprendiz, también reinas:
La reluciente y cautivadora Reina Alicia, brava como ninguna, querida por siempre. Y la Reina Brujairreverente, que no era bruja, sino una que decía verdades que espantaban a todos. Jamás acallaba la verdad, destilando su solemne irreverencia.
En fin. Me pasaría una eternidad hablando de todos los reyes, de los que se posan aún en estos pilares de memoria. \"¿Crees que pueda llegar a ser como ellos?\", pregunto. \"El sendero a recorrer es largo, pero el que persevera alcanza\", responde el búho. \"Gracias. ¿Puedo llenar mi recipiente de la fuente de la sabiduría?\". \"Es sagrado\", me dice, \"pero qué más da, adelante\".
Y así me despido del gran Sabiondo, partiendo una vez más, a quien sabe dónde. Pero juro que algún día seré como los Reyes del Alma. No por la gloria ni por la fama, sino por el legado de sus versos, por la sabiduría que me han transmitido, por el fuego que han encendido en mi alma. Porque la verdadera grandeza no reside en la perfección, sino en la búsqueda constante de la verdad, en la valentía de expresar el alma, en la pasión por dejar una huella en el mundo. Y ese es el camino que ahora recorro, con la esperanza de que algún día, mis versos también resuenen en las paredes de este templo, para que otros, como yo, puedan encontrar
inspiración en la memoria de los \"Reyes del Alma\".