(A Noelia)
“…mientras nada
me llene el corazón,
si no es tu imagen […]” (Ángel González)
Antes de tu regreso
(porque tú regresaste, no viniste;
porque tú, mucho antes, no sé cómo,
ya habías permanecido junto a mí
en este pasatiempo que es la vida,
y te reencontrarás, innegable, conmigo
al cabo de las sombras),
mis horas transcurrían
no diré que infelices, lo recuerdo:
despertaba y reía, bregaba con mis sueños,
disponía de mis fechas bondadosas y autónomas,
me miraba al espejo varias veces al día,
amaba a mis congéneres y me dejaba el alma
jugando a suturar las heridas del mundo.
Yo era muy libre entonces.
No tenía que hacer el desayuno,
ni pasar la fregona, ni echar pienso a los gatos…
Y para qué negarlo, no tenía que extrañarte,
no tenía que aguardarte en las horas distantes,
ni frecuentar tus ojos, ni ambicionar tus manos…
Éramos libres, yo y mis cuantiosos fantasmas,
mis espectros audaces, moldeados
con estas manos torpes que hoy en día, siquiera
podrían escribir o dar limosna
si no te descubrieran traspasando mis letras,
desmidiendo mi tiempo
como un péndulo tenue en un reloj sin horas,
como una agenda indemne sin páginas ni ocasos.
Yo era muy libre entonces, lo recuerdo.
Holgada y presuntuosamente libre.
Ignoraba los muros, los cerrojos
de esta celda entrañable que custodias.
© PABLO CABRERA 2024