Escucha, escucha al aire apacible
de la noche,
al murmullo de un mirlo
o al despertar de un nombre muerto.
Escucha con los ojos cerrados,
como si te estuvieras alejando
de las heridas,
de esas que hacen sangrar el alma.
¿Sabes? Podría ser yo, queriendo ir
a tu aposento,
entrar con mi nombre, con el punto
de luz de un beso
para alejar a todos lobos de sombra
que nos separa.
Podría ser el murmuro de júbilo de un corazón
que ha encontrado el camino
hacia la muerte.