Brilla y apágate, me decías, cuando nuestras vidas orbitaban
En torno a una cándida florescencia de la memoria.
En un exquisito error de cálculo crecimos uno con el otro
cuando ya éramos vértices extraviados en la esfera de lo desconocido.
Libres de raíces y de mitos volvemos a teñir nuestra sangre
Demostrando que fluimos a través de aguas huérfanas y seculares
Demostrando que los desiertos de nuestro espíritu
Esconden jardines interiores, que brotarán
Una vez las luces de nuestros padres desaparezcan,
Haciendo de nosotros fantasmas que pululan en dimensiones embrionarias
Mientras buscamos, ciegos de virtud, nuevas máscaras que adoptar,
Nuevos corazones que palpitar.
El mundo real y su sombra omnívora
No dejes que absorban lo más verde de ti misma.
Y una vez que me apagas es cuando soplas en mi rostro para escarbar
Las cáscaras de ti misma en mí,
Y prefieres encarnar tus intocables caprichos como en una manía del origen,
pero nunca serás fruto sin haber sido raíz.
Y que no absorban lo más verde de ti misma
que no absorban tu aura.