¡Día de la página sin sabores!
La profética mano del tiempo, emigrante fértil,
en su empeño rasurado de crepúsculos.
¿Quién empuja el rizomatoso clamor
de un tornasolado despertar, semidormido,
que ahora intenta rememorar?
Junto a la fría mescolanza de vivencias,
el lémur de nervadura sigilosa
deambula en su pálido existir,
sobre el mentón de una luna opaca.
Entre termómetros tétricos, la veo:
inmóvil, inquebrantable,
desajustada en la túnica de sus ojos infecundos,
que, al regresar a la aurora,
vuelven tronchados, sin fulgor,
hacia el imperio del polvo figurativo
y su motivación de enmiendas.
Trucha guerrera, de escamas y grito ahogado,
¡Ay!, qué débil picadura deja
su angosto fulgor de adolescencia florida,
en la generosidad del viento que la defiende.
Dirigiéndose a la galaxia, líder de la música celestial,
espera su final ideográfico,
su purga de palabras necias,
robustecida, silbante y aguerrida.