DIA DE LOS SANTOS Y DIFUNTOS (RELATO)
“Una tradición que encierra más que un recuerdo a nuestros seres queridos que partieron a la morada eterna; es una conmemoración a la reunión familiar y al despliegue de arte a través de los festivales del vuelo del barrilete(cometa)y la comida típica de nuestros pueblos.”
Cada 1 y 2 de noviembre muy de mañana cuando los primeros rayos de luz se asoman, las familias desfilan hacia el cementerio local para colocar ofrendas multicolores en los panteones remozados o en los volcanes de tierra alrededor de una cruz que señala el sitio donde descansan los restos de parientes y amigos. Se despliegan las flores naturales más coloridas, guirnaldas de pino y ciprés esparciendo su peculiar aroma o aquellas hechas de flores de papel enceradas que hábiles artesanas han elaborado desde meses atrás.
Yo recuerdo que desde niña mi mamá nos llevaba a realizar el rito anual, colocar las guirnaldas en los sitios especiales, encender una vela y sentarnos a platicar en los bordillos de los panteones rememorando a los abuelos y a otros parientes que durmieron hace mucho tiempo. Nos enseñaba el respeto y a mantener vivo el recuerdo de quienes nos amaron y formaron parte de nuestros lazos, aunque algunos no los conocimos físicamente, están presentes en nuestros corazones.
En esa visita anual también se saludan a los paisanos que hace mucho dejaron el pueblo y que en esa fecha se les ve rindiendo el homenaje respectivo. Un abrazo sincero muchas veces hace que se regrese a esas etapas de la infancia en la cual se subía a la loma más alta para hacer despegar los barriletes (cometas) en su vuelo hacia el cielo, se le daba bastante hilo para que alcanzaran el horizonte, y si se escapaban de nuestras manos pues… no nos entristecíamos porque llevarían nuestro mensaje a “ellos”, los que se fueron hacia la eternidad. (El festival de barriletes gigantes se celebra aún en Sunpango).
Allá en ese lugar eterno estará Mamá María preparando sus ricos tamales, Mamá Julia colocando el azúcar a sus panes de yema, y papá Juilo probablemente estará tallando un magnífico trompo. Me imagino a Tata Teódulo acariciando sus finos gallos de pelea escuchando las anécdotas llenas de gracia de Don Toño, el cuenta cuentos.
Un saludo a mis seres queridos entre nubes de algodón y este límpido cielo azul que saborearán el siquín (se acostumbraba a regalar leche ese día para que las personas prepararan su ayote en leche –calabaza tierna-) del Día de los Santos aquí en esta noble tierra.
©Mirna Lissett Carranza