Aún recuerdo,
las aulas llenas de sueños,
la universidad,
un crisol de ideas,
un equeco que transformaba
mi carruaje
en un viaje sin fin
a cada cátedra.
Llevaba maquetas a cuestas,
cargando con la ilusión
de un futuro grande.
Y hoy, ingeniero hecho,
puedo ver y reír
de lo vivido,
de las épocas de noviazgos
y los encuentros en confiterías.
Ahora me he alejado
de todo esto,
residiendo en un pueblo,
mi Navarro hermoso,
mi Navarro querido.
Y hoy, añoro
aún,
las épocas de estudiante,
las nostalgias,
los diapasones,
los compañeros,
las risas en las tablas,
¡Magna!
Todo me hace ver
que el tiempo transcurrió,
me paro y miro
la arquitectura
de un edificio,
¿cómo se fue construyendo?
Todo mi ser se fue elevando,
toda mi personalidad
se fue construyendo.
Tan solo me queda
agradecerle a la vida
por todos los logros,
y haber llegado hasta aquí.
Autor: Eduardo Rolón