Me he sentado al borde de la palabra,
con la mirada infinita,
con una torpe sensación en una mano,
y una certeza en la otra.
Con el cielo efímero de una promesa
algo en tus ojos me recuerda lo que fuimos,
lo que somos,
la servidumbre del día, la pureza,
aire y polvo, ambición de lo que uno ama
en desafío o en péndulo,
antes de toda razón,
antes de la herida de sabernos
humanos.