Alejandro Tapia

Roña

Roña.

 

Sin plumas en el ala izquierda, debido a la contagiosa sarna...

Furioso el cuervo sin sentido, aún entre su piel escarba.

 

¿Y qué si evito el silencio? tendremos una eternidad para oirlo

cuando la muerte nos arrulle entre sus brazos, se llevará cada canción

y nos dejará en la blanca y eterna cuna.

 

Con los años, pocos pero bien gastados, me fui quedando solo...

hasta el más leal me ha abandonado y no los culpo, 

es por mis malos hábitos de limpieza mental.

 

La seborrea rojiza y amarillenta burbujea por toda mi cabeza,

escurre lento mientras depura pegajosa y maloliente tristeza.

 

La comezón no se acaba y a cualquier hora me interrumpe el sueño cada madrugada

y solo me rasco y sólo me rasco y rasco...podrido.

 

Por eso escondido entre sombras...

me atraganto con coloridos dulces agrios y amargos

en la mañana me despertará el dolor en los riñones

también el  profuso vómito ácido, 

que me va a arruinar la última camisa limpia que tengo para el trabajo.

 

Desde que dejé de ser el heroe de mi hijo,

honestamente ya no me quiero ni cuido

y desde que se fue para siempre, la boca me sabe a sangre y a muerte.

 

Esta negra gingivitis me quema las encías y corroe mi garganta

que estando perforada me duele tanto que ya no hablo, ni lloro, ni canto.

 

Áspero en mis dias más buenos, destructivo en todos los demás

ya sólo siento felicidad cuando me quito los zapatos.