Era una tarde lluviosa de otoño
y tu eras esa nube cargada
que cuando descarga
parece que vomita.
Era algo pasajero.
El camino seguia estando abierto,
plagado de señales
para no perderse.
Caminabamos como dos ladrones que huyen de la policia:
No queriamos ser apresados.
El tiempo corria hacia atras
y mientras llegaba la noche parecia que amanecia.
La plaza, con sus piedras mojadas
y entre nieblas,
parecia un fantasma
recien salido de la ducha.
En el autobus olia a queso
recien cortado.
Mientras llegabas me entretuve dibujando como un niño.
Dentro de poco
tomaremos un chocolate
en Estocolmo,
cogidos de la mano
y hablando,
entre besos,
como dos ciegos
que necesitan palparse
para reconocerse.
La mejor psicologia
no está en los libros.