El hombre presintio la muerte a sus espaldas.
con un gesto de indiferencia se calzo el fusil, la mochila y el asma.
En su mochila su diario y un libro de Neruda.
No quiso que hubiera dudas de quien era o de quien fue.
La muerte leyó fácil la partida.
Hasta que se encontró esos ojos de fuego, que le ardían.
De los labios a los pezones
De los pezones a los pies.
Luego la muerte esa pobre mujer
Sin alma
Se recostó en el lecho exhausta
El se multiplico en pancartas
Por las calles de París, en el Congo y Nicaragua
Se volvió leyenda se hizo semilla y raza.
Su nombre rebeldía y esperanza