Acaso es que te pienso a cada instante
y sueña con tu faz mi madrugada.
Tu torso sobre mí, mi dulce amada.
Mi boca con la tuya, tan fragante,
llenando con su aroma el delirante
recinto donde vive, ensimismada,
esta alma que cautiva tu mirada
y es cura a mi locura subyugante.
Tus labios se hacen ecos del verano,
caricias de una flor de primavera
que agitan los inviernos de mi mano
por no poder tocarte... ¡Cuánto diera
tener aquí tu trigo a mí cercano
y hacerlo, como el pan, a mi manera!