pesetoman

TODO MUERE

 

 

Murió la infancia y el niño que habitaba dentro.

Murió la juventud de los sueños incumplidos.

Murió la sombra de un futuro incierto

acechando agazapada en las esquinas.

 

Murió la deslealtad de unos ojos que miran a otro lado,

 de una boca que se empeña en escupir al cielo.

Murió el latido de un corazón que palpita en otro cuerpo,

triste y solitario, debatiéndose en la duda.

 

Murió el mar golpeándose contra el acantilado,

la luna menguante que alumbra un camino oscuro,

        la tierra que andaba bajo mis pasos         

y el aire respirado cada tarde.

 

Murió la cálida y brillante luz del mediodía,

el viento que despeinaba tu cabello

y la lluvia que acompaña al trueno y al relámpago.

Murió la calma que disfrutaba con tu ausencia.

 

Murió el recuerdo de aquellos atardeceres

y la lágrima de nuestras despedidas.

Murió el angustioso silencio que te precedía

mientras yo gritaba, ¡vete y no vuelvas!

 

Murió todo el tiempo que compartimos,

la alegría que sentíamos cuando nos encontrábamos

y la mirada furtiva del desencuentro.

Murió el deseo de tenernos otra vez.

 

Murió la pena y sobrevoló nuestras cabezas

como un pájaro de mal agüero.

Murió la desilusión, dejándonos un desconsuelo

que agonizó durante mucho tiempo.

 

Murió la esperanza que tuvimos en lo nuestro,

perdimos el combate y nos ganó la venganza.

Y algún tiempo, después de todo aquello,

también murió el amor.

 

 

 

 

 

Del poemario: Balas al corazón

Esta obra está registrada y publicada. Tiene derechos de autor.

Copyright © 1997 pesetoman

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