Sin ánimo de aullar indiscreciones,
permítanme contarles un secreto,
y es que mi apasianado amor, Loreto,
es de las que eyacula a borbotones.
Viajar con ella a orgásmicas regiones
es como perforar en el objeto
del clímax, y de rendimiento neto
sacar petróleo a sus convulsiones.
Mas la primera vez no me esperaba
el geiser de Loreto, tan extraño
como un volcán de cristalina lava.
Pensé que se le había roto un caño,
y un chorro de placeres anegaba
la luna azul fundida en nuestro estaño.