Garlaste alguna vez sobre amores vespertinos,
asiendo con tus orbes los restos de un ratón;
beoda por saberte indistinta a mis caminos,
raída a cuerpo entero por un éter celedón;
ignora que tu pena me arrancó los intestinos...
espero que mi vaho mitigue tu aflicción;
la voz que se me corta al compás de los destinos
arroja a tu mirada una pizca de ilusión.
Las hojas han caído por la acera caminada,
¿o será que me perdí en lo abstracto del paisaje
a la espera de un motivo, una sombra, una señal?
¡y ya que no tengo más espacio en tu morada,
zozobra los recuerdos que tenías del lenguaje,
aquel que elucubramos y hoy tiene su final!