Eras edad y luz, y sangre y barro,
y fuego sobre el blanco de los ojos.
Trinchera y firmamento de despojos
e historia que termina en un desgarro
de silencios espesos, de guijarro
y tormenta que doblan sus hinojos
al otoño, al revés, a los serojos
y al agua en tu derrame, roto el jarro.
Inútil como acento circunflejo
de luna que, marmóreo, sucumba
apenas sin llegar de tilde a viejo.
Y, ahora, ni el gusano ni los huesos
sostienen el recuerdo de los besos
que dieras, corazón, hasta la tumba.