El Corbán

ENTRE EL DESDÉN Y LA SONRISA

Para mi hija Gabriela.

Si el sol de la mañana me ofreciera su fulgor,

y yo pudiera elegir entre su luz y tu calor,

que se apague el horizonte y que me ciegue la vida,

porque en tus ojos brilla mi razón más escondida.

 

De mil amores quisiera, si los cielos me ofrecieran,

no escogería ninguno, ni aunque el tiempo me lloviera,

pues tenerte a ti, solita, mientras dure mi existir,

vale más que mil promesas que se esfuman al sentir.

 

Que me arranquen los veranos, y las primaveras todas,

que se lleven las caricias, y las palabras que ahogan,

pero déjenme en tus brazos, en la paz de tu ternura,

pues en ti se hace eterna la más dulce travesura.

 

Si la vida me propusiera un camino de fortuna,

y a cambio de tu risa, me cubriera con la luna,

que se pudran las riquezas, con su falso resplandor,

porque tú eres el tesoro que le da sentido al dolor.

 

Así que a la vida entera le dedico este desdén,

y si quieren lo que tengo, que se queden con su sien,

que me quiten lo que quieran, que se borre la premisa,

pues prefieren mis ojos, tu picara sonrisa.

 

Ni el más grande firmamento te podría reemplazar,

pues en ti, hija querida, yo hallo mi único hogar.