En la suavidad de la arena me perdí, era como un follaje que se deslizaba por mi cabello que fue llenando de a poco mis zapatos y mis lentes de sus pequeños granos de espesa primavera.
Toqué, con estas manos llenas de vida, llenas de tristeza que recorrieron el cuerpo de la que amé, llevándome a la boca las manos sucias de fuego y piedras.
Fui llevándome de a poco la cabeza hacia una piedra que estaba cerca, recosté mi esfera y medite, lloré, caí sobre la moza de la playa y entregué mis penas de navío a las huellas de una gaviota.
Es decir, que si la arena me consume yo soy el que se pierde en su follaje, en su tranquilidad, en su impetu, y cuando menos lo espere me cortaré la garganta y dejaré las huellas de los versos en sus tres pelos.